La energía nuclear se obtiene a través de dos procesos
principales: la fisión nuclear y la fusión nuclear. Es decir que la fisión
nuclear, es el proceso de dividir núcleos atómicos, generalmente átomos de
uranio-235 o plutonio-239, en dos fragmentos más pequeños liberando una gran
cantidad de energía en forma de calor. Esta energía térmica se utiliza para
generar vapor, que a su vez impulsa turbinas conectadas a generadores
eléctricos, produciendo electricidad.
La fisión nuclear se lleva a cabo en reactores nucleares,
que son instalaciones diseñadas para controlar y aprovechar este proceso de
fisión de manera segura y eficiente. La energía nuclear tiene la ventaja de ser
una fuente de energía con bajas emisiones de gases de efecto invernadero en
comparación con los combustibles fósiles, pero también conlleva preocupaciones
sobre la gestión de residuos radiactivos, la seguridad y la proliferación
nuclear.
Por otro lado, la fusión nuclear es el proceso mediante el
cual los núcleos atómicos se combinan para formar núcleos más pesados,
liberando una enorme cantidad de energía. A diferencia de la fisión nuclear,
que se utiliza actualmente en las centrales nucleares, la fusión nuclear aún no
se ha logrado controlar de manera eficiente en un entorno de producción de
energía en la Tierra. Sin embargo, se considera una fuente potencialmente muy
prometedora de energía debido a su abundancia de combustible (isótopos de
hidrógeno) y su baja generación de residuos radiactivos. La replicación del
proceso de fusión que ocurre naturalmente en el sol es un desafío técnico
extremadamente complejo y se está investigando en proyectos internacionales
como el ITER para lograr la viabilidad de la fusión como fuente de energía.
En resumen, la energía nuclear se obtiene tanto a través de
la fisión nuclear como de la fusión nuclear, pero hasta el momento, la fisión
es la que se ha utilizado comercialmente para generar electricidad en las
centrales nucleares.